domingo, 26 de abril de 2009

EL CHAKAL(ismo). Breve y burda ontología.


“Quien prueba carne de hombre…¡¡REPITE!!”.
La Viry,
bruja yoruba transmoderna.

“…y de pronto, casi sin quererlo, se encuentra con esta liquidación de temporada, tan barata,
tan económica en las miles de acrobacias que le pide al chiquillo para complacer su lujuria,
su delirio de sirena caliente que le da huasca al cabro toda la noche.”
Pedro Lemebel, “Atada a un granito de arena” en: Loco afán



INTRODUCCIÓN
(o como quien dice: pa´ ambientar el asunto)




Hace unos días un amigo me decía -tu chakalismo no te llevará a nada bueno amigosa-, esto me puso a pensar en el hecho de que he estado haciendo uso de este consumo-cultural sin percatarme, pero no sólo yo, lo que pasa es que tal vez lo he hecho de dominio público al no ocultarlo. Sin embargo, al igual que el spanking, pareciera ser un hábito que debe llevarse bajo las enaguas, en “lo oscurito”.

Para ambientar al escaso auditorio del blog, pensemos en un antro de esos que les llaman “gays”, en estos espacios es habitual encontrar a parejas de hombres –inclusive algunos ya mayores y con argolla de matrimonio- conformadas, en ciertos casos, de un elemento singular: un peculiar sujeto que consta de diversas características, la principal es la juventud, y detrás le sigue la belleza, la cual a últimas fechas es un arquetipo que se ha tornado sui generis –algunos le llamarán étnica y otros la entenderán como “un diamante en bruto”-. La cuestión es que, también fuera de estos espacios, el prototipo del que hablamos ha comenzando a emerger por doquier, es casi imposible andar por la calle sin virar la mirada hacia las manos toscas, el mentón marcado, el cuello tenso, la piel prieta y demás partes, lo cual es complementado por que nos brinden una mirada “tierna” que esperanza a más de uno. Sí, así es, se trata de El chakal[i], sujeto político del deseo homoerótico.

Sin embargo me propongo pensar, ¿qué ha hecho que el chakal se ponga –nuevamente- de moda?, ¿es culpa de La Academia –de TV Azteca, obvio-?, ¿del pasito duranguense, del reggaetón? ¿de Calle 13? Tal vez de ninguno de ellos, o tal vez de todos más otras situaciones en conjunto, es decir: ¿De qué características goza el chakal? y ¿cuáles de éstas comparte con el mayate y cuáles lo diferencian? Del presente fenómeno –tal vez local- nos abocaremos en este breve ensayo queer.

LA PROSTITUCIÓN COMO CONSUMO-CULTURAL



Hace unos días una niñaquedapenaajena se la pasó celando a su amigo-gay en mitad de una fiesta “de ambiente”, su ardid consistió en obviar que uno de los anfitriones –cabe aclarar que se trataba de una pareja la que ofrecía la convivencia- deseaba tener algo con él; la chica, con toda esa espontaneidad que se origina en la ansiedad, se atribuyó la labor de “abrirle” los ojos a la pareja diciéndole:

-¡¡¡tu novio quiere mjujú con mi amigo!!!
A lo que la pareja trató de disimular con un ademán de:
- Me no entender
- Y la chica repite -¡¡¡tu novio quiere mjujú con mi amigo!!!

Mientras todos los presentes sentíamos una profunda pena ajena por el papelón que esta jovencita hacía, la emoción me hizo pensar en el hecho de que tal vez esta chica no está consciente de los diversos tipos de parejas que existen entre las personas del mismo sexo, las cuales, no necesariamente pensamos de acuerdo a un ideal de heterosexualidad hegemónica. Es decir, al integrarte con otra persona por medio de un deseo homoerótico, no precisa la existencia de un ideal de “exclusividad”, ni tampoco el de “juntos para toda la vida”. En pocas palabras: las parejas del mismo “sexo” no siempre buscamos el ideal de pareja heteronormado.

Tal vez sea la integración de la prostitución como un consumo-cultural la que ha sido uno de los aspectos que ha permitido proliferar los diversos tipos de parejas, claramente podemos notar cuando se trata de “su novio”, “su amigo”, “su sobrino” o incluso “su consumo-cultural”. Es decir, no es que la homosexualidad se encuentre intrincadamente ligada al consumo de la prostitución, sino que, tal vez, y sólo tal vez, las mayor parte de las personas que sentimos atracción por sujetos de nuestro mismo “sexo” miramos a la sexualidad como una manera de relacionarnos con los demás y no como un compromiso para toda la vida. Esto nos permite entender a la prostitución como un consumo-cultural que depende de ciertos mecanismos locales, Nestor Perlongher en su texto La prostitución masculina (1993) desembrolla los diversos tipos de sujetos que ejecutan este oficio así como las rotulaciones específicas del contexto brasileño, el discierne entre el travesti, el homosexual afeminado, el miché-gay y, finalmente, el miché a secas, este último no es más que un concepto performativo pues juega las veces de acción y de actor, michear explica Perlongher, se deriva del acto realizativo de prostituirse, y a la vez connota al sujeto mediante su acción.

De la misma manera en esta localidad, Mérida (la de Yucatámm), es conocida la figura del mayate, es decir, el sujeto que ofrece sus servicios sexuales a cambio de una suma de dinero, sin embargo, el mayate es sólo una categoría más de sexoservidor. Por su parte, las asociaciones civiles actualmente intentan definirlos/ entenderlos/ encriptarlos, como HSH, lo que en otras palabras sería: hombre que tiene sexo con hombres, el cual según los activistas, es un concepto situacional que permite englobar a prostitutos y hombres que ocasionalmente tienen esta práctica sexual, desde mi parecer, la inmersión en la academia de éste término no hace sino, devolver al clóset a cierto fragmento de la diversidad sexual, una manera de despersonalizar la relación sexual de los sujetos, casi minimizándolo a categoría de rol situacional.

MAYATE = GLOBALIZACIÓN (cultura homogeneizada).




Sin embargo, para la “torcida” retórica que intento argumentar, el mayate es sólo una configuración más de la diversidad sexual –que por algo se le llama así: ¡¡diversidad!!-. Un sujeto Otro del deseo homoerótico en el que convergen: juventud, belleza, pero además, ambición. Sí, yo se que el discurso actual de la academia es el de borrar de su terminología el vocablo raza, pero indudablemente es una de las directrices que nos marcan y circunscriben a los espacios –sino, no entendería toda la excitación por Obama como primer presidente afroamericano-. Y para el caso del mayate este concepto lo diferencia del chakal, pues habitualmente se trata de jóvenes que buscan ascender en la escala social, vestir bien, codearse con los altos consumidores de sexoservidores, y que intentan dar la apariencia de “niños bien”/ “fresas”/ burguesitos.

El mayate básicamente idolatra a Madonna, tiembla cuando escucha a Beyoncé, y se persigna cuando suena la Cher, pero, claro está, lo hace a escondidas. De manera que, todo aquello que no sea puro amor y lujo se trata de una abominación. En pocas palabras: es un advenedizo, un no-invitado a la cena. Cabría pues, la definición que Baudrillard da sobre el seductor en De la seducción (1981), entendiéndolo como, quien acaba por inventarse para luego perderse en su estrategia como en un laberinto pasional: “Y él, que se cree dueño del juego, ¿no es la primera víctima del mito trágico de estrategia?” (Baudrillard, 1981: 94).

De esta manera el mayate la mayor de las veces ve los encuentros sexuales como, “necesarios” para su economía, no es que lo haga por gusto, no, incluso hay quienes han afirmado el asco que sienten al tener sexo con otros hombres, pero argumentan que no les queda de otra pues, contradictoriamente, ellos, son la base de su economía y el reflejo que origina a este sujeto queer. Es decir, sin los consumidores no habría el reflejo que el mayate, como figura queer ontologizada, intenta dar, se vuelve así, un producto de la globalización, entendida esta como una homogeneización físico-cultural que avanza a patadas contra lo étnico, entonces, el chakal vendría a ser una ruptura del continuum del sincretismo de la prostitución masculina con la globalización, como veremos a continuación.


CHAKAL = MOSAICO CULTURAL




El chakal es, por decirlo de alguna manera, un modelo popular del prostituto, su resurgimiento viene de la mano de ciertas tendencias como el reggaetón, el pasito duranguense, en otras palabras: lo guarro –lo que es considerado por una “mayoría” “normal” como de mal gusto-. Confiere a su vez, una inestabilidad dentro de los arquetipos de sujetos del deseo homoerótico, tal como habla Sarduy de lo inestable en el neobarroco, podemos equiparar a este sujeto político como: “un saber sobre el tiempo, o sobre el espacio- tiempo” (Sarduy, “V. Nueva inestabilidad”).

El chakal, a diferencia del mayate, es el ensimismamiento de lo étnico sobre el artificio de la masculinidad. Si bien, al igual que Perlongher, podríamos decir que se trata de un “curioso comercio, donde los ‘normales’ aparecen prostituyéndose para los ‘desviantes’ (sic) ” (Perlongher, 1993: 9). El chakal es consciente de su posición de proscrito, la situación racial y clasista se vuelven asunciones fantasmáticas al interior de este sujeto. De manera que ese estigma que el sexoservidor transfiere al consumidor, y al que Perlongher se refiere en su investigación, en el caso de la figura del chakal es compartido con su consumidor pues, aunque no abandona la cadena gestual de la virilidad, ya que ésta le facilita el acceso al cliente, si utiliza una estrategia menos convencional, la de mostrarse tal cual. La diferencia entre transferir y compartir radica en que en el primer caso, el sexoservidor se ve a sí mismo como fuera de la “perversión”, su cuerpo se vuelve sólo una herramienta de trabajo, en el caso del chakal no es así, este comparte la categoría de proscrito con su cliente. (Véase: Ibidem: 10)

Entendiéndolo como una contradicción de forma en determinado espacio –pero contradictoriamente un saber-, el chakal es el actual epicentro de deseo homoerótico como consumo-cultural en el que convergen una “masculinidad” en apariencias hegemónica y un sujeto proscrito, es un macho calado que a la vez se ofrece dominado. No se trata de esa “normalización” del deseo proveniente del mayate, pues el chakal se conforma mediante un discurso extendido de las clases sociales bajas, es una estrategia de mimetismo, como diría Hommi Bhabha: “el mimetismo debe producir continuamente su deslizamiento, su exceso, su diferencia” (Bhabha, 2002: 112). Es una amalgama cultural es una “desterritorialización relativa, va a suceder una reterritorialización también relativa: el sujeto va a ser rotulado, rotularse y rotular a los demás de acuerdo a los códigos instrumentales del “submundo perverso”. (Idem: 136)


En el chakal, como anteriormente mencioné, convergerá lo étnico, lo exotizado por medio de un mimetismo al cual tendrá que ofrecerse una relectura que permita decodificar la irrupción de este individuo, si bien, existe el doblez de colonizador- colonizado, desde una perspectiva clasista, en el caso de la relación cliente- chakal se vuelve una parodia del “poder”, pues mientras el primero accede al segundo por medio del poder adquisitivo, el segundo brinda una masculinidad colonizada subvirtiendo de esta manera el arquetipo hegemónico del macho y, la identificación del deseo funcionaría como nombra Butler: “Identificarse no es oponerse al deseo…[es] territorializar un objeto que permite la identidad mediante la resolución temporal del deseo, pero éste continúa siendo deseo, aunque sea en su forma repudiada” (Butler, 2002: 152). Y en esta dupla, maricón-consumidor + chakal tenemos a dos sujetos aparentemente desterrados del esquema heteronormativo que logran transgredirlo: ambos por la práctica “irregular” pero uno por la performatividad viril utilizada para “otro” sujeto del deseo.





EN CONCLUSIÓN:

Aunque en ambos casos tenemos una prostitución masculina, o por decirlo de otra manera gay for pay, el chakal viene a ser parte de una amalgama multicultural, el mayate no, este último resulta ser un símbolo de la globalización y de una normativización del deseo homoerótico el cual resta fuerza al grado de perversión otorgado desde fuera, desde la perspectiva excluyente de los “normales”. A la par que instituye arquetipos de deseo en el homoerotismo, cosa que resulta de lo más irrisoria pues la monstruosidad del deseo gay se basa en eso, en lo amorfo. El chakal por su parte, pareciera estar peleado con la sofisticación de la masculinidad, pues opera mediante la corporeidad rudimentaria. Es decir, el chakal resulta el reflejo de un mecanismo de deseo local, un terreno por allanar, el cuerpo se muestra como ese atributo en el cual convergen memoria, experiencia y testimonio –ya no sólo rotulación- de una historia que, aun llevándola a cuestas nos orilla a una expulsión de lo sublime, sujetos políticos que argumentan la carencia de razón en el amante…


Atte.
Performativo Decadente
[i] Lo escribo con k pues se trata de un individuo que resurge junto con la cibernética y las abreviaciones derivadas de ésta.

BIBLIOGRAFÍA
Baudrillard, Jean, La transparencia del mal, 1991, en: http://caosmosis.aeracia.net/7cat=5, consultado el 5 de marzo de 2007.
Bhabha, Hommi. El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial, 2002.
Butler, Judith. Cuerpos que importan. Sobre los límites discursivos y materiales del “sexo”. Trad. Alcira Bixio. Buenos Aires: Paidós, 2002.
Perlongher, Nestor, La prostitución masculina, Buenos Aires: Ediciones Urraca, 1993.

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